Cuando la fotografía te llama, cuando tienes en tu mano tu primera cámara, quieres fotografiar todo. Te da igual que sea un tornillo oxidado, una hoja caída del árbol, un músico en la calle, incluso tus pies calentitos en calcetines, mientras tomas un delicioso té, con un libro, y manta. Sí, todo eso y mucho más lo he fotografiado. Son fotos que ahora miro y no me llaman, son fotos que tuvieron un comienzo, pero también un final. Puedo seguir haciéndolas cuando esté aburrida, o sencillamente porque las redes sociales las pidan (si no muestras algo de tu vida cotidiana, parece que no existes). Pero llevo un tiempo pensando en mi vida, en mis cosas, en todo lo que me ronda la cabeza, y también en fotografía.
Me he dado cuenta de que últimamente las fotos que hago no me llenan, me siento vacía, no muestro lo que siento, lo que me transmite el paisaje, lo que me transmite sobretodo la gente. Me he dado cuenta de que el retrato no es lo mío. Al menos no el retrato sin más. Si tuviera un estudio, sería otro cantar. Podría hacer sesiones chulas a niños pequeños, sesiones de navidad (hay gente que se monta hasta la casa de Papá Noel en el estudio), sesiones de parejas....pero no voy a tener un estudio. Sé que no me voy a dedicar a la fotografía, porque tengo mi profesión, pero eso no quiere decir que no me quiera esforzar en demostrar lo que quiero.
Quiero mostrar la alegría, la felicidad, pero también la pena, la tristeza. No todo en esta vida es color de rosa. Como siempre digo la vida es un arcoiris en el cuál existe el negro. Y hay gente que lo tiene todo, y hay gente que no tiene nada. Quiero mostrar la vida misma, pero no esa que nos venden de gente maravillosa, de gente que no tienen ni un problema, porque no os lo creáis, la vida no es así, todos tenemos problemas en mayor o menor grado. La vida no es tan increíble. Y si algunos la tienen así, es porque han tenido mucha suerte. Porque han nacido con un pan debajo del brazo.
El otro día leí una entrevista que me emocionó, que me hizo soltar unas lagrimitas, y hacía tiempo que no lloraba por algo relacionado con la fotografía. Me removió por dentro. Y sé que jamás llegaré a ser como él, pero ahora se ha convertido en un referente, como mi querido Capa.
Me gusta el paisaje, la arquitectura, lo abstracto, y lo seguiré fotografiando, pero también quiero mostrar las emociones. Quiero que mis fotos tengan vida. No sé si lo conseguiré, pero no voy a dejar de intentarlo.
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