Hoy me he despertado con el cielo totalmente encapotado. La pequeña elfa, que se suele despertar a las 7:30, hoy ha amanecido una hora más tarde, porque no entraba claridad por la ventana. Tras desayunar y prepararnos, nos hemos ido con mi señora madre, al centro. Había que mirar ropa, que dentro de poco tenemos comunión. La lluvia ha hecho acto de presencia cuando estábamos paseando. Era tan fina que se agradecía que lloviera.
Cuando volvíamos para casa, ha dejado de llover, y ha empezado a salir el sol tras las nubes. De hecho, por la tarde, cuando nos hemos ido a dar una vuelta, hacía muy buen tiempo, tanto que casi sobraban las cazadoras.
Luego me he puesto a hacer magdalenas en la freidora de aire. Es la misma receta que la del bizcocho de yogur. Han salido tan buenas, que han volado casi al sacarlas de la freidora (menos mal que me han dejado alguna). Y he tenido mi momento de pequeño placer, con un café y una de esas delicias.
Ahora mientras disfruto de una infusión y preparo la lectura nocturna, suena un estruendo tras las ventanas. Parece que el cielo vaya a caer de un momento a otro. De repente algo golpea el cristal. Las pequeñas gotas de agua que caen, junto con truenos y relámpagos que iluminan la noche. Me paro y escucho. El sonido de la lluvia me relaja. Es momento de apagar todo y disfruta de una noche cómo esta junto a los míos, junto a Zape, mi pequeña elfa, y un buen libro.