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martes, 19 de agosto de 2025

Cinco minutos bastan para soñar toda una vida...

 



...así de relativo es el tiempo.

Frase célebre de Mario Benedetti. 

Estos días me ha dado por pensar un poco en el tiempo, pero sobretodo en las horas que se pierden sin hacer nada. 

A veces me quito el reloj cuando estoy en casa con mi pequeña. El simple hecho de quitármelo y no estar pendiente de él, es una pequeña rebeldía contra el mundo de las tecnologías. Este mundo que parece querer organizarlo todo, incluso nuestra vida. Sólo con quitármelo, me he dado cuenta de que me siento más libre. De que no soy esclava del paso del tiempo, de las manecillas que se mueven y hacen pasar las horas. Es algo que sin ser consciente de ello a corto plazo, me ha beneficiado.

No nos damos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo si no es fijándonos en el reloj o tachando los días en el calendario. Un tiempo que es demasiado valioso, cómo para estar pendiente de él.

Los fines de semana me quito el reloj y silencio por la noche el móvil, y últimamente hasta por el día (así me pasa, que a veces me llaman y no me entero). Al día siguiente siento la libertad de despertar descansada, sin la obligación de ir corriendo a todos lados. Hemos tomado como algo normal, abrir los ojos y mirar el móvil para ver quién nos ha llamado o escrito. El placer de remolonear, de escuchar los sonidos que se cuelan por la ventana, los trinos de los pájaros, y el de la ciudad que se despierta poco a poco, es algo muy gratificante.

Los días que me despierto sin el reloj, no hago planes. Dejo que el día me sorprenda, que transcurra suavemente.

Me levanto, observo a través de la ventana. No miro la hora, no pongo el sonido del teléfono, aún no. El mundo puede esperar, mientras disfruto de un café, y sobretodo de mi pequeña.

El día, es como un lienzo en blanco, en el que poder pintar. Una hoja en la que poder escribir aquello que queramos.

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