Popular Posts

Menú

miércoles, 21 de junio de 2023

La bien cercada

Sigo con la misma extraña sensación desde hace semanas, la sensación de estar volviendo a la chica de 18 años que fui. La que se ilusionaba con todo, la que reía, la que sonreía, la que tenía esa luz especial. Es una extraña sensación, que cada día que pasa crece más en mi. Y aunque a veces tenga dudas, y tropiezos, consigo levantarme. 

Recorro la ciudad, llueve, me caen las gotas en la cara, y sonrío. La recorro y dejo que mi mente descanse, y que a la vez se quede con cada instante, mientras intento guardar bajo la piel cada detalle.

Cada día que pasa es la vida en sí, como una foto tras otra, que se va sucediendo, obligándonos a dar un paso tras otro y otro, hacia delante. Dejando atrás cosas, personas y a la vez atesorando otras y dejando que entren en ti, con la intención clara de no olvidar.

Tomo un café mezclado con té en una taza negra preciosa. En este pequeño rincón todo sabe distinto, todo sabe diferente. Sigue lloviendo. Oigo el sonido de las gotas de agua golpeando el cristal y me relaja. Cojo el boli y escribo. Cada día me cuesta menos escribir, cada día me cuesta menos volver a las letras. A lo que dejé en su momento. 

Estoy aprendiendo a bajar la intensidad , el caudal del río de nuestros pensamientos, sacando de la mente los que no aportan nada, los que no deben estar, aunque con algunos me cuesta. Ha cambiado mi forma de hablar, de mirar, de respirar. Ahora siento cada cosa que vivo.

He aprendido a fijarme en el reflejo de aquellos que son a su vez el nuestro propio. De quiénes admiramos, de quiénes queremos, de quiénes aportan. De aquellos a los que queremos abrazar en cualquier momento, sobretodo les queremos abrazar cuando el día se torna noche.

Estoy aprendiendo a no pensar, a dejarme llevar, a pensar que no todo tiene que tener un por qué, o quizá si. Pero a lo mejor ese por qué ya no me interesa. Estoy aprendiendo a soñar, pero con los ojos abiertos, sin miedo a que me digan que todo ha sido una invención, un cuento.

Ahora salgo, miro, observo. Estoy desgastando miradas de tanto querer atrapar un momento y no otro, una mirada y no otra. 

Abrazo hasta que me duelen los brazos de apretar, como si quisiera aferrarme al momento, haciendo que ese roce, sea un nuevo camino por recorrer. La forma en la que abrazamos habla, la forma en la que tocamos habla, y sabemos en qué momento estamos y a dónde pertenecemos. Cada camino que recorremos, cada paso que damos es nuestra modo de hacer historia. De dejar huella. 

Quiero ser y sentir cercanía, recordar cada textura (de la piel, o no), cada sabor (incluidos los besos), pero también quiero recordar aquellas cosas a las que tuve miedo, para no olvidarlos jamás y saber que pude con ellos. Porque no hay peor enemigo que aquel que intentamos alejar, pero vuelve, ya que se sabe el camino. 

Estoy aprendiendo lo que es la nostalgia, y los momentos de soledad (que tan necesarios son), prestando atención a un silencio que a veces es bienvenido. 

Aprender a dar besos que no di, y que gritaban con fuerza.

Quiero grabar en mi, cada sonido, cada respiración. El momento en el que escuché una canción, los recuerdos que me traen volverla a escuchar. Las que me muestran nuevas. El rayo de sol que entra de vez en cuando, tras las nubes grises, y dibuja un reguero de luz en el cuello de otra persona. El olor que hace volver donde es hogar, dónde es siempre.

He aprendido que el dolor no es para siempre, que la felicidad es circular, como nuestros ojos, y que se refleja en los míos color miel.

Lo importante es que he aprendido a olvidar. Que vuelvo a sonreír, y a sentir.

Yo era cómo Zamora, la bien cercada, y ahora estoy abierta a todo. Porque he aprendido a olvidar, y he vuelto a sonreír y a sentir.


P.D: Iba a poner una foto mía, pero esta me encanta, porque el señor J pasaba justo por el lugar preciso. O quizá me hizo de modelo. XD



No hay comentarios

Publicar un comentario

Design: WS
Crisálida © 2016.
Volver arriba