De nuevo en camino a nuestro próximo destino, un lago cuya
leyenda todo el mundo conoce, y quién sabe si alguien ha podido ver al monstruo
que vive en las profundades de sus aguas y que se llama Nessie…el Lago Ness.
Aunque el Lago Lomond sea el lago más grande de Escocia, os puedo asegurar que
el Lago Ness, es enorme y precioso. Además está rodeado de verdor y en una de
sus orillas se puede contemplar un castillo, el de Urquhart.
Cuando lo vimos de
lejos nos impresionó. Es una de las imágenes más bellas que vi ese día. El
castillo con el lago de fondo. Una pasada.
Bajamos un montón de escalerillas, recorrimos un caminito y
llegamos a la entrada del propio castillo, bueno, lo que queda de él, porque
como veis, está en ruinas. Fue primero una fortaleza en la Edad de Hierro,
luego un castillo en el siglo XII, hasta que tras una batalla fue destruido.
En él se puede ver un horno que se usaba para secar el
grano, un habitáculo en el que el guardia daba la voz de alarma en caso de
ataque, y tras subir unas escaleras de caracol, pudimos disfrutar de las
vistas. Una maravilla.
.
Allá donde mirases tierra y agua se juntaban y ofrecían un espectáculo a los ojos.
Además tras bajar otras escaleras (había montones y montones de ellas), llegamos a las propias
orillas del Lago Ness, y ahí, encontré la paz, la tranquilidad y la serenidad
que necesitaba mi cuerpo y mi alma.
Después de mi momento en ese lugar tan increíble, vi a una pareja de ingleses con su bebé que intentaban hacerse una foto y viendo que al final no iban a tener una juntos, me acerqué rauda y les pregunté si querían que se la hiciera yo. Cuando vieron la foto y vi la felicidad que irradiaban, me fui con una sonrisa de oreja a oreja.
Volvimos a...sí, subir escaleras, ya era el último tramo, y menos mal que lo hicimos, porque las vistas quitaban el aliento.
A este castillo se puede llegar en barco desde Inverness, de
hecho hay un pequeño embarcadero, o en coche, bus, etc…Estando allí, pasaron varios barcos.
Me hubiera encantado sentarme a contemplar el paisaje, pero
había tantísima gente que era imposible. Eso sí, estábamos tan bien allí, que
entre ver unas cosas y otras, hacer fotos y pararnos sobretodo a contemplar el
paisaje, estuvimos una hora y media.
Tras comer y comprar unas cuantas cosillas para traer de
recuerdo, pusimos rumbo de vuelta a Edimburgo, pero antes hicimos dos paradas.
La primera en el Comando Memorial, un homenaje a los comandos británicos que
entrenaron en ese lugar en la Segunda Guerra Mundial. Estaba lleno de gente,
así que tras verlo, me fui a fotografiar el paisaje, y ya de paso unas
“palomitas”, o lo que es lo mismo, unas ovejas, pintadas de colores, de la raza
Suffolk, que tienen la cara y las patas negras.
Las llamamos palomitas por los
colores con las que las pintan sus criaderos. Son tantas que para que
no se
pierdan y para poder diferenciarlas las colorean de verde, rojo o amarillo.
La segunda parada tenía que ser en un pueblo que nos había
parecido mágico…Pitlochry.
Si os digo que los Pitufos tienen algo que ver con este
pueblo no me creeréis, pero es así. En esta zona de Escocia vivían antiguamente
los pictos, unas tribus descendientes de los caledonios. Estas personas eran
pequeñas y pelirrojas y se pintaban el cuerpo y el rostro de azul y blanco. Así
iban a la batalla. A veces se camuflaban con pieles, y el enemigo pensaba que
estaba delante de un animal, hasta que cuando se daba cuenta de que era una
persona, ya era demasiado tarde. Así pudieron ganar muchas batallas. De ahí
vienen los pitufos, seres pequeños, con gorro blanco y cuerpo azul.
Pitlochry es un pueblo con encanto, sus casas victorianas,
su calle principal llenas de tiendas preciosas, lo hacen encantador.
Nada más
llegar comenzamos a recorrer sus callejuelas, con un té calentito take away y
un pastelito que compramos para acallar un poco al estómago y así de paso probar cosas típicas de allí.
Todas sus calles eran preciosas, sus restaurantes
tenían las fachadas con plantas trepadoras, de tonos rojizos (la verdad es que
vimos muchas cosas en toda Escocia, con ese tipo de plantas), casa ocultas por
pequeños jardines, por donde discurrían riachuelos.
Estaba lleno de gente,
porque justo era el Enchanted Forest, uno de sus grandes festivales, que lo
disfrutan los grandes, pero sobretodo los pequeños, que iban disfrazados de
hadas, elfos, etc…Además hacía muy buen tiempo, por lo que aún disfrutamos más
del paseo. Estuvimos casi una hora en él. Cada rincón era una maravilla y sus
tiendas te dejaban alucinando.
Sus teterías tenían mucho encanto.
De camino al aparcamiento paramos a comprar detallitos para
casa, y a hacer unas cuantas fotos más.
Nos hubiéramos quedado más tiempo, pero
era de noche y teníamos que regresar.
Luego volvimos a pasear por sus calles, apuntando lugares
que queríamos visitar al día siguiente, callejones en los que queríamos entrar,
tiendas que descubrir…
Volvimos a pasar por delante del Hotel Balmoral y su reloj.
Y por último vimos el monumento a Walter Scott, que es de estilo gótico, y se levanta en Princes Street. Se puede subir hasta lo alto de la torre, pero es algo que no hicimos. De día impresiona, pero de noche, con su luz, impresiona aún más.
La figura de Walter Scott está a los pies de ella.
De vuelta al hotel, una ducha, una cena rica y ligera y a la
cama. Las luces se apagan, pero mi mente sigue recordando todo lo que ha vivido
ese día. ¡¡¡Estoy tan maravillada!!!
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