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domingo, 22 de octubre de 2017

De Edimburgo a Glasgow (Primera parte)

7 de Octubre de 2017, de Edimburgo a Glasgow

Llevo rato escuchando cómo se despierta la ciudad de Edimburgo y viendo como amanece con un cielo espectacular, cuando suena el despertador y es la hora para ponernos en marcha, no sin antes un rico desayuno, con productos típicos de Escocia.

En un principio nuestra idea es hacer un recorrido empezando por Glasgow y terminando en el castillo de Doune, pero como anochece antes, parece que también cierra todo antes, y sabemos que si lo hacemos así, no llegaremos a ver el castillo. Por lo que al final optamos por hacer el recorrido a la inversa.
Con música escocesa ponemos rumbo a nuestro destino, y por el camino vemos unas majestuosas cabezas de caballo, que nos sorprenden tanto, que paramos a verlas más de cerca. Son los Kelpies, bestias mitológicas que tienen la fuerza y la resistencia de 100 caballos. 



Su creador Andy Scott quiso hacer un homenaje al linaje del caballo que se utilizaba para la industria y que tiraba de vagones, arados, barcazas y carboneras. Me parece que ya era hora de que alguien les hiciera un gran homenaje a estos seres de cuatro patas, tan nobles. Además se crearon de tal forma, que la postura de las cabezas representa su esfuerzo. Fue algo que no nos esperábamos ver y que nos gustó muchísimo.

De nuevo de camino hacia Doune, el paisaje de las Tierras Bajas o Lowlands, nos fue maravillando. Allá donde mirases había campos de gran verdor, donde pastaban vacas peludas, caballos y ovejas (que parecían palomitas porque todas están marcadas con un color: verde, rojo, amarillo…para que así cada casa sepa cuál es la suya). Y hubo un momento en el que a lo lejos pudimos divisar el monumento que se le hizo a un gran héroe…William Wallace.
Poco a poco el trayecto fue transformándose en bosques en los que si le echabas imaginación podías pensar que en cualquier momento podría aparecer Robin Hood con sus hombres. 



Y a través de esos bosques, alcanzamos el Castillo de Doune



El castillo está rodeado de mucha zona verde, de caminos por los que se puede andar tranquilamente.


Nosotros decidimos verlo por dentro y menos mal que lo hicimos, porque era una pasada. Para quién no lo sepa, en este castillo se han rodado escenas de Outlander, de Invernalia...nada más entrar se ve la pared por la que se rodó la escena en la que Bran Stark la escala.



Se ve claramente en ella una especie de asideros. Y en este castillo también se rodó una película…"Los caballeros de la mesa cuadrada", de Monty Phyton.


Ya dentro del propio castillo, lo primero que se ven son las cocinas, que eran enormes. Los ventanales me gustaron mucho. 


Luego pasamos a un gran salón, en el que había una chimenea separada en dos, y una habitación secreta, a la que pudimos acceder y ver con nuestros propios ojos, lo que veía quién ahí se escondía. Además subiendo unas escalerillas un poquito “estrechas” (eran así para que los atacantes a la hora de subir lo tuvieran más difícil y pudieran defenderse los de arriba), llegamos a una sala enorme con otros grandes ventanales, desde los cuáles las vistas eran alucinantes. El otoño se notaba allá dónde mirases.






A la salida pudimos subir otras escalerillas y visitar la habitación dónde se hospedaba María Estuardo.


Después de disfrutar de todo el verdor que rodeaba el castillo, y descansar un poquito, pusimos rumbo a nuestro próximo destino….el Lago Katrine. Tengo que decir que por el camino hacia este lago, se me escaparon unas lagrimillas de la emoción. Era todo, TAN BONITO. De verdad que no tengo palabras para describir todo lo que sentí en esos momentos. Estaba recorriendo Escocia, viendo lugares preciosos, viviendo mi sueño. 

Nos adentramos en el Parque Nacional de las Trossachs. Si alguien os nombra a Walter Scott, sabréis quién es por sus grandes obras. Este escritor se refugiaba en un hotel, que está en medio del bosque, y que él decía que era muy feo, para que así nadie pudiera molestarle y si se enteraba de que alguien iba a ir, alquilaba todo el hotel para él solo. No me extraña que lo hiciera, la verdad, porque de feo no tenía nada, era y es un hotel precioso, rodeado de un entorno maravilloso.

Por fin llegamos al Lago Katrine. Walter Scott, escribió La dama del lago, un poema que escribe tras quedar cautivado por la belleza del lago. Aparcamos y se podían hacer dos cosas: recorrer el lago en barco o a pie. 


Nosotros decidimos a pie, porque creo que es más bonito y puedes dedicar más tiempo a contemplar sus rincones, que son muchos. 


En este lago, parece ser que está la espada Excalibur, pero no la vimos, así que no pudimos convertirnos en reyes. ^_^  Pero tampoco pudimos ver la cueva dónde se refugió Rob Roy, que nació muy cerca de este lago. Pertenecía al Clan MacGregor, que eran todos pelirrojos, y eran también llamados “Los hijos de la niebla”, porque cuando había mucha niebla, se perdía el ganado y ellos se dedicaban a recogerlo y lo entregaban a sus dueños, aunque sobretodo a gente necesitada.
El Lago Katrine es el lago más bonito de Escocia. 


En él se puede contemplar el otoño en todo su esplendor. 


Conforme íbamos recorriendo el camino y adentrándonos más en él, el tiempo cambiaba por momentos. En un trozo llovía, en otro salía el sol, en otro se nublaba...el típico tiempo escocés. Y eso lo hacía aún más encantador.









Cuando nos íbamos vimos una pequeña tiendecita, en la que entramos y compramos algún regalito para casa. Y en el aparcamiento, tuvimos la suerte de contar con un gaitero, que estaba tocando. El sonido de las gaitas me pone la piel de gallina.

Se estaba haciendo la hora de la comida, y paramos a comer en Aberfoyley, que está en pleno corazón de las Trossachs, y es un lugar con encanto, tanto que según dicen hay hadas y elfos, aunque yo no vi ninguno, pero sí hay muchas leyendas sobre ellos.
En este pueblecito tan pequeño existe una tienda peculiar…una tienda de adornos navideños que está abierta todo el año.

Aunque llevábamos sándwiches para el camino, decidimos comer en The Scottish Wool Centre, donde probamos la típica “Baked potato”, rellena de queso, y la sopa del día. Lo que más me gustó fue el postre, un delicioso “scone”, relleno de frutos rojos. Además en este sitio vendían todo tipo de souvenirs escoceses, incluídas las shortbread tan ricas, y aprovechamos a comprar varios paquetes.

A la salida había un pequeño estanque con patos, rodeado de verde, y dedicamos unos minutillos a mirarlos.


Poco, porque el trayecto era largo y teníamos muchas ganas de ver nuestro siguiente destino…el Loch Lomond. Pero eso os lo contaré en la próxima entrada.

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