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domingo, 15 de octubre de 2017

Cumpliendo un sueño

Todos tenemos sueños y uno de los míos era conocer Escocia, desde que de adolescente comencé a leer historias románticas que transcurrían en ella. Así que durante años he soñado con ello, hasta que éste, se ha hecho realidad. Y os voy a contar un poquito de cómo ha ido. Aviso que irán varias entradas, porque ha sido un gran viaje.

Edimburgo, 6 de Octubre de 2017, sobre las 19.30


Llegamos a Edimburgo cuando el sol ya se está ocultando, y tras dejar las maletas en el hotel, decidimos salir a pasear y descubrir zonas de la ciudad. Nuestros pasos nos llevan hacia el centro de la Old Town, la Ciudad Vieja, concretamente a la Royal Mile, donde destacan cuatro zonas: Castlehill (La colina del Castillo, donde precisamente está el Castillo), Lawnmarket, High Street y Canongate.
La Royal Mile, debe su nombre, a una milla de mar

Es una calle llena de tiendas, que conecta el palacio Holyroodhouse, donde reside la reina Isabel II, durante el verano, con el castillo de Edimburgo. Esta calle se sitúa en pleno corazón del casco antiguo. Cómo es de noche, los detalles de sus edificios no se ven bien, pero sé que cuando los vea de día, me dejarán sin respiración, ya que me encanta lo poco que veo. Todas sus casas son muy parecidas, de estilo victoriano, con sus chimeneas. Es algo realmente maravilloso. A cada lado de la Royal Mile, hay muchos callejones “closes”, que veremos a la luz del día.

Entre sus tiendas hay una que nos llama especialmente la atención. En ella venden productos escoceses y cómo tenemos mucho tiempo, entramos a verla. Y claro, para unas personas como nosotras a las que les gusta tanto el dulce, fue nuestra perdición, ya que no nos fuimos con las manos vacías.

Desde allí vemos de lejos el castillo, de noche es muy bonito, pero no nos acercamos a él porque iremos otro día a verlo con más detalle. Así que seguimos caminando por la Old Town recorriendo sus calles, mirando sus tiendas, sus gentes, y nuestros pies nos conducen hasta parar delante de un hotel enorme, precioso y con un reloj muy llamativo, el hotel Balmoral, en plena Princes Street. Su reloj tiene algo peculiar, va siempre 3 minutos adelantado, se dice que es así, para que nadie pueda llegar nunca tarde a ningún sitio.



Se va haciendo la hora de retirarse al hotel, aunque francamente, para nosotras, esa hora aún es temprana, pero parece que Edimburgo se quiere ir a dormir, así que pasamos delante de un centro comercial, un Sainsbury, y compramos lo que será nuestra cena ese día.

Edimburgo es una ciudad que tiene su encanto, sus misterios, y estoy decidida a descubrirlos. Mientras tanto, hay que descansar, así que se apagan las luces, pero hay una que ilumina la sonrisa de mi cara…la luna siempre está presente allá donde vaya.


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