Deleitarse sin prisas pero sin pausas, de un delicioso helado, viendo caer la primera gota derramándose entre tus dedos.
Es el sabor de la sal lamida en tu piel.
El olor del aftersun tras la ducha.
El calor.
El no querer hacer nada, sólo mirarnos reflejados en los ojos del otro. Y hacerlo todo.
Las risas y el pelo enredado tras una tarde de viento.
Las noches que no quieren acabar, y los besos dados al comenzarlas.
Un beso sin prisa, cocinado a fuego lento.
La cerveza fría en tu mano y el vino dulce en la mía. Sabiendo que luego serán probados en los labios del otro.
El bochorno, que avecina tormenta.
El sudor en la noche. Sudor que deja la piel caliente, y se enfría con el aliento, haciendo que se erice.
Chiringuitos, arena, toalla, noches mirando las estrellas, para ver si vemos caer una perseida, y así poder pedir un deseo. El tuyo y el mío.
El azul del mar, del cielo. El color oscuro en tus ojos.
El verano, reflejado en tu piel, en mis ojos y en nuestros cuerpos.
Esos veranos de detalles bonitos y momentos imborrables, yo soy mucho de verano aunque el otoño sea más elegante y la primavera más enérgica.
ResponderEliminar¡Qué belleza de poema! Felicidades, preciosa...
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