El finde pasado estuve en un pueblito llamado como el título...Alegría. Está cerca de Vitoria. Hacía la friolera de 25 años que no iba y no me acordaba de nada.
El lugar tiene su encanto. Ya os enseñaré fotos. Pero lo mejor fue la compañía, la gente a la que conocí, las risas, las anécdotas. Estar rodeada de verde, de naturaleza...era algo que me pedía el cuerpo a gritos.
No hay nada cómo despertar con el canto de los pájaros, ver a los mirlos salir y entrar de los nidos. Y escuchar el murmullo del agua. Una delicia para los sentidos.
Los sonidos de la naturaleza son la mejor medicina para muchos males :)
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